miércoles, 27 de julio de 2011

Una coca cola light.

Ayer, por ser hasta la fecha el día más caluroso del verano, y por ser mi cumpleaños, me tocó disfrutar de coche, aire acondicionado, sudor en la espalda y en el trasero, corbata, toga, prisas, juicio de faltas intenso y, además, en la supuesta cuna del Quijote. Y lo de disfrutar no lo digo con segundas ni con ironía, que me va la marcha. En un lugar de La Mancha. Pasé una envidia terrible viendo las carreteras y caminos adyacentes plagados de ciclistas, incluso algunos con alforjas haciendo, supongo, la ruta del quijote.
Recuperé sensaciones perdidas por mis cambios laborales pero hubo una cosa totalmente novedosa y que me mantiene en estado de shock.
Estábamos citados a las 10:45 horas. Los dos juicios anteriores estaban aún pendientes, siquiera había comenzado el primero, y con los clientes, testigos y procuradores estábamos de cuitas horarias sobre si llegaríamos a casa a comer, a merendar o a cenar.
A las 10:48 horas nos llama el Juez. Dos ideas me vinieron a la cabeza: o va a adelantar nuestro juicio porque los otros se suspenden o nos va a instar a llegar a un acuerdo, lo cuál es improbable en este tipo de procedimiento. Nada de eso. Milagro: nos comunica muy amablemente que los dos juicios anteriores están pendientes de conformarse con el Fiscal, que disculpemos el retraso, que comenzaremos sobre las 11:20 y que hasta entonces podemos irnos a tomar un café.
- Pues muchas gracias Señoría, es todo un detalle por su parte.
Aún dudo si fue verdad.
Al salir le mostré tal incredulidad o sorpresa a la procuradora que hasta el cliente se me acercó a preguntar si es que pasaba algo malo.
- No, ¡que va! Tranquilo, lo único es que te va a costar invitarnos a todos a una coca cola.
Y aún quedaba lo más sorprendente.
- ¿No sabes de quién es novio o marido este Juez? - Me preguntó la procuradora, armada de ciento y un mil cotilleos.
- No, no tengo ni idea - Le contesté con mi coca cola en la mano.
- De la Jueza de ese otro lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.
- Ostras... Pero... Si a esa sólo le falta ponerte a hacer flexiones mientras esperas o, incluso, ponerte unas orejas de burro y de rodillas contra la pared, sosteniendo con las palmas de las manos hacia arriba cinco tomos del Aranzadi.
- Pues sí, así es - Afirmó satisfecha sintiendo como sus chismes enredaban la madeja de la crónica rosa judicial.
- El amor es lo que tiene.
- Sí, no hay quién lo entienda.