Buenos días.
Nunca se me ha dado muy bien el protocolo, las formas. Y resulta que en una sala de vistas las apariencias son fundamentales. Por ejemplo, un testigo. En el fondo da igual que mienta, pues dependiendo de una serie de circunstancias (parentesco, amistad, interés manifiesto, patologías hereditarias...) ya todo el mundo, el primero el Juez, da por hecho que va a mentir o, cuando menos, que no va a decir toda la verdad y nada más que la verdad. Lo importante es que, en la forma, no se note mucho, pues en ese caso se le pueden abrir diligencias por falso testimonio (supuesto improbable donde los haya)
Quitando otras formalidades de rango consuetudinario, que seguramente se legislarán dentro de no mucho tiempo, como los retrasos injustificados, hay una que me sigue sorprendiendo: la actitud del Abogado ante el Juez.
La verdad es que ya no sé donde está el límite entre la educación, la grosería y la sumisión. Tengo la costumbre de dar los buenos días (en Puertollano, donde el reloj es implacable, casi las buenas tardes) y, como mucho, si la Jueza o Juez es nueva/o o lo conozco por algún motivo especial, le doy la mano. Hay compañeros que dan la mano por sistema antes o después de la vista, lo cuál me parece un pequeño exceso pese razonable, y otros que dependiendo del Juez no dan ni los buenos días.
Obviamente se puede ser pelota o grosero dentro de unos límites, y resulta hasta lógico, pues esta profesión es una continua superposición de matices.
He de decir que hasta el momento no me he encontrado con un compañero en exceso grosero y maleducado, sin ningún tipo de respeto al Juez o Tribunal, aunque sólo sea por propio interés y porque, vaya, es un delito. Y es que hasta las más acendradas disputas se pueden producir desde la 'venia' y el 'usted'.
Por contra, y esto me sucedió hace un par de días en Villanueva de los Infantes, me encontré con el tipo de compañero lisonjero, pelota, pelotudo. Para él no es suficiente, al entrar, dar los buenos días acompañando una leve inclinación de la cabeza, dando la mano tanto al Juez como al Secretario sino que, también al salir, reitera tal operación, teniendo además especial cuidado (pues me lo olí y me hice el remolón para salir el último de la sala) de quedarse el último para hacer algún comentario gracioso y salir hablando con la Oficial en tono distendido y jovial. ¡Magnífico ejemplar! Si el Juez es como suelen ser los Jueces me da a mí que ganó un punto para perder el pleito.
Ya no sé que es peor, si la distancia, casi confrontación, pues puede interpretarse como independencia y autoridad (lo cuál en un Abogado no son malas compañeras) o la devoción casi suplicante y pesada y en todo caso sumisa, pues por forzada se presenta como una invitación al amiguismo (¡Viva España!) al cohecho o la prevaricación.
Prefiero pasar relativamente desapercibido en estas cuestiones antes que acercarme a cualquiera de esos dos extremos.
Hasta luego, buenos días. Y basta.