Hay palabras que se ponen de moda, tan de moda tan de moda que llegan a pervertir su significado o, cuando menos, el contexto en el que son usadas. Lo mejor es que, normalmente, igual que vienen se van. Lo malo es que los que las utilizan se quedan.
Ahí tenemos al verbo "crispar" en su deambular político. De antemano, sin necesidad de detenernos a ver su significado concreto y reflexionar sobre él, ya damos por supuesto en la actualidad una impresión negativa que condiciona su sentido. Se ha instalado en la conciencia colectiva un matiz peyorativo sobre dicha acción por la sencilla razón de que un partido político (en este caso, PSOE) imputa esa conducta al partido en oposición (en este caso, PP)
Y es curioso como esa presunción de culpabilidad sobre la palabra "crispar", de exclusivo interés político, es decir, al servicio de los intereses personales de unos políticos, se instala como reproche en cualquier lugar de la sociedad y de cualquier manera. Pobre de aquel que dé la nota discordante, que discuta algo o que se muestre disconforme. ¡Es un crispador! Es un tio despreciable que genera crispación, que es malo, malísimo. Y resulta, curiosamente, que hasta la palabra "crispador" se transforma en sinónimo de militante del PP, o votante del mismo, o fascista, o qué sé yo.
Más curioso aún es que, dentro de la simpleza neolítica de las proclamas y debates políticos, el partido acusado de crispar termina estúpida y absurdamente acogiendo dicho significado perverso (se une a la tribu implacable pero difusa de lo políticamente correcto) para intentar que cuál boomerang termine golpeando al lanzador. Así, aprovechando las ineptas e indiscretas palabras de ZP al término de su entrevista con Gabilondo en las que apelaba a la "tensión", el PP se lanza como en patio de colegio a lloriquear en peculiar entierro de la sardina para que nos demos cuenta de que ellos nunca han crispado, que son gente normal y moderada porque, claro, la gente buena, normal y moderada no crispa, porqué crispar es malo, que son los otros el lobo con piel de cordero. Empieza la cuaresma.
Pues me da a mí que ni unos ni otros "crispan... irritan o exasperan" en el sentido bienintencionado que pretenden mostrarnos de "nos preocupamos porque lo que diga el contrario irrite o exaspere tanto a la población que genere situaciones de confrontación que les perjudique", o algo así. Por favor, no se preocupen tanto por los ciudadanos. Hace tiempo, al menos para mí, que los políticos actuales dejaron de tener esa capacidad de influencia cuasi mágica, por muy diversos motivos, entre ellos, porque vivimos en una Democracia y todos somos ciudadanos libres.
Y es más, ¿quién es un político para preocuparse por las reacciones que pueda tener una persona; sobre lo que le pueda irritar o exasperar? ¿No es eso algo propio de la esfera de su más pura libertad de pensamiento, absolutamente indelegable? ¿Por qué un político pretende de antemano definir lo que me puede exasperar, crispar o irritar? ¿Será que lo único que les preocupa es hacerme creer que pienso igual que él para que le vote? En definitiva, se creen que somos imbéciles.
Señores políticos, ustedes tienen la obligación de irritarse y exasperarse entre sí, que sería una buena forma para que comenzaran a pensar con motivación. A poder ser, motivación hacía el ciudadano. Tienen la obligación de discutir, de refutarse, de gritar incluso. Vociferen por algo que no sean los votos. De verdad, háganlo sin miedo, y no se preocupen por mí tanto, gracias.
Prefiero eso a que creen máscaras de bienaventuranzas absurdas que nos lleven a no discutir de nada por si acaso molestamos, y limitarnos a ser guiados por sus productos de márketing político cuál pitonisos en celo.
¿Es esa la idea que tienen ustedes de la Democracia?
No, no es esa. Creo que es aún peor.
2 comentarios:
El problema -joer- es que nos hemos hecho un poco al ambiente este "de crispación", y ya todo nos resbala. No sabemos -no sé- distinguir lo importante, de lo trivial... Ya no sé si es bueno que ZP haya negociado con ETA o no. Ya no sé de qué va la película.
Si es que además de difuminar cada vez la ya de por sí escasa división de poderes los políticos también se hacen con la potestad de la opinión pública. Hacen las leyes, las aplican, eligen a los jueces y, ahora, deciden que crispa, que no, etc, etc. Así pasa, que por acaparadores se les ve más lejos de la realidad.
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