El lunes por la noche, en el canal de noticias 24h salió un breve reportaje conmemorando los 20 años desde la tragedia del Estadio Hillsborough, en Sheffield, el 15 de abril de 1989. Al final las típicas entrevistas de uno de los días de después, en las inmediaciones de la grada de la tragedia. Ciudadanos varios, lamentos. El cámara se acerca a entrevistar a un tipo en chandal que está frente a la valla del Estadio convertido en improvisado altar. Con pinta de hooligan de pintas de cerveza a la enésima potencia. Se gira y les dice, muy respetuosamente, con el respeto dolido y sin ficción de un británico, que ha ido allí por condolencia, a recordar a los 96 fallecidos, no para llenar minutos de televisión. Con una educación exquisita, sin apariencias, con el chandal de su equipo, se da la vuelta y sigue a lo suyo. En su silencio con la mirada al frente.
Traído a la actualidad de la televisión española, me pareció un gesto irreal, aquí donde el amarilleo rosáceo tiñe voces, vestimentas, voluntades y pésames. Las exaltaciones suelen tener poco fondo, o ser éste movedizo. Ahora se hacen ruedas de prensa en prime time para explicar lo que no hace falta: el drama humano básico. Ahora se pone música a los minutos de silencio. Parece que las muestras de respeto si no se divulgan a bombo y platillo no sirven para nada. Esas lágrimas públicas y publicitadas me dejan, cuando menos, sensación de regodeo innecesario y, cuando más, certeza de demagogia absurda y a veces mentirosa.
Si hiciese ahora un exámen de derecho constitucional y me preguntasen qué es la dignidad, no me iría al artículo 10 de nuestra Constitución. Contestaría que es lo que demostró ese ciudadano británico ante las cámaras.
Ninguna entrevista expresó mayor lamento, respeto y pesar que la respuesta de ese hombre anónimo. Por algo será.
La exageración no socorre y, si es impostada, ni siquiera creo que desahogue. Nunca he pedido un autógrafo, pero quiero uno de ese tipo. Un autógrafo anónimo.
Seguro que es de esos que no pone música a los minutos de silencio, y que cuando escucha su canción preferida no sube la música sino que cierra los ojos. A pesar de que sea de esos que tarda más en tirarse el eructo que en beberse la cerveza, que una cosa no quita la otra.
Por ahí creo que sueña la dignidad humana, sin aspavientos ni rebajas, cuidando los tímpanos. La fuerza invisible de la retaguardia, esa que nunca sale entrevistada en donde estás corazón.
2 comentarios:
te veo muy estoico, pero tienes razon.
Pero en realidad lo que a ti te tira es la cerveza el equipo y el chunda chunda, trabajr poquito. vale
Poara una vez que me das la razón algo terminas poniendome las banderillas, nunca cambiarás...
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