El año nuevo llega con los sms de felicitación. ¡Qué divertido! Los que he dado en llamar sms de "todo a 100", de cuando eramos pesetas.
Se trata de hacer una dedicatoria, que incluso se copia sin pensar, y se reenvía por reenviar a todo quisque. ¡Cuánto sentimiento! ¡Que trato tan personalizado y emotivo! Luego nos cabreamos cuando la empresa de turno o la administración tocanarices correspondiente nos iguala por el mismo rasero con un lenguaje incomprensible, como si fueramos una máquina o un simple número. Ante todo un número primo.
Me sorprenden más aún esos mensajes cuando mezclan la felicitación correspondiente con las filias y fobias de moda, que siempre son las mismas: "te deseo lo mejor, y ZP es un inepto cabrón", "feliz navidad, y el PP a la cárcel por asesino y corrupto" "te quiero con toda mi alma, pero más a las seis copas del Barsa" "que los Reyes vengan con una buena nevada, todo blanco y viva Cristiano Ronaldo"
Se me saltan las lágrimas.
Todos somos muy navideños pero en conjunto sólo nos movemos por las etiquetas. Y es que nos encanta mezclar la política en todo, hasta en zonas donde no existe la política. Nos encanta el chismorreo, los rumores, felicitar sin olvidarnos de atacar al vecino. Nos encanta cagarnos en el Estado, en la administración y en nuestra empresa o trabajo. Parece que así exaltamos nuestra traqueteada individualidad, tan querida y tan pretendidamente independiente. Y luego nos dedicamos a enviar sms de todo a 100, es decir, a guiarnos por las etiquetas que decimos odiar, a seguir los juegos que nos atan o decepcionan, a anteponer la política a las personas. A usar el teléfono para cualquier cosa menos para hablar cara a cara.
En este sentido creo que soy un tipo raro, pues sólo he enviado dos sms y ha sido para contestar, por educación y de forma diferenciada, dos felicitaciones que me han llegado. En fin, creo que así no voy a ninguna parte.
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