miércoles, 3 de agosto de 2011

¿Que dirá la sentencia?

Hoy, charlando con un compañero del juicio de faltas comentado en la entrada anterior, me he dado cuenta de que, a veces, demasiadas, soy un iluso. No sé si inocente o iluso, pero creo que ambas cosas no pegan con ser abogado. Hoy me siento poco perspicaz, serán las fechas, o el dos mil once en general.
He caído en la cuenta (eso sí, yo solito) de que la atención del Juez de que esperásemos mejor en el bar que en el pasillo de pie vendría motivada, no por un mínimo de educación que debiera ser lo habitual, sino porque venía como testigo el Alcalde de la localidad, y porque el denunciante era un concejal. Me cachis.
Y me extraña que Juez, Concejal y Alcalde no se conocieran de antes, y que incluso tengan una relación cordial. Que presidan las procesiones del pueblo y disfruten de distendidas sobremesas entre paso y paso. Que vayan juntos a los toros, tendido de sombra por supuesto.
Por eso, supongo, que el Juez me cortó cuando empecé a preguntar con cierta inquina e ironía al Señor Alcalde, que como político demostró su pericia en respuestas vagas e imprecisas.

- Entonces, ¿una persona le reconoce los hechos y usted denuncia a otra? ¿Por qué denunció usted cuando no era el perjudicado? ¿Por qué su Policía local no detuvo a la persona que reconoció el empujón, y sí a la que usted y su concejal dijeron? ¿Y usted sabe que su Policía local y la Guardia Civil tienen la obligación de perseguir los delitos de que tengan conocimiento, que una persona reconoció el empujón, no le hicieron caso y detuvieron a la que ustedes quisieron y que eso constituye un delito?

Pues todo eso no venía al caso, porque dicho Alcalde comparecía como testigo y no como denunciante. Claro, claro.
Y por eso, supongo, que mi cliente saldrá condenado, aunque espero que a menos que lo solicitado de contrario.
Un puñetero detalle de educación que recibo en una espera judicial se termina convirtiendo en un indicio claro de parcialidad.
Al menos ya me han pagado.

P.D.: Joder, en esta profesión hasta el cobrar se convierte en un acto de resignación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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