jueves, 10 de mayo de 2012

A Ronda, más por instinto que por cojones.

En el año 2009, me dio por ir a RONDA a hacer la consolidada prueba de los 101KM a pie. Mi primer ultra. Mi primera prueba por encima de la distancia maratón. Muy por encima, para empezar con ímpetu. Fue una osadía, aparentemente ridícula, practicada casi con nocturnidad, con un punto de ostracismo y con mucho desconocimiento. "Pero, este tío, ¿qué coño hace?" Ni yo mismo lo tenía claro por entonces. Tres años después el ultra-trail está más divulgado (En términos comparativos, claro, dentro de su olvido) Aunque sea como un añadido folclórico y polvoriento a la masiva incorporación homínida al running. - "Pero, vamos a ver, eso de los 101km, ¿Cómo se hace? ¿Vas corriendo todo el tiempo? ¿Andando? ¿Paras a comer?" Yo contestaría que un poco de todo, pero que lo más importante es ver y respirar, y escuchar a tu cuerpo y aprender de él, y hacer lo que puedas. Salvo los pocos iniciados, o los más escasos informados, nadie sabe siquiera como se hace una prueba de este tipo. Y aprovechando ese desconocimiento y el aparente exceso cuantitativo, muchos de los practicantes reconfortan su ego dándole tintes épicos al asunto. "¡Yo he sido capaz de hacer 101km!". Pues la madre que te parió. Yo, por llevar la contraria, esta semana he dicho infinidad de veces que "no, no es para tanto", y no sólo para tranquilizar a mi madre. Dicen por ahí algunos descreídos que los mitos nacen del desconocimiento pero, yo, que últimamente lo subjetivizo todo, y quizá sea más descreído aún, pienso que todo ese rollo mítico nace más aún de los crédulos que de lo increíble. Lo diré una vez más, "no son para tanto": Quiero decir que los 101 los puede hacer cualquiera con un mínimo de preparación y una enorme predisposición. Porque ser, lo que se dice ser, pueden ser todo lo que tu quieras. Al caso, para mí los 101 no son una versión ampliada de la batalla de Marathon y su Filípides de turno. Son más como la cuenta de la vieja, en plan cansino. Pero cansinos, cansinos. Sin categorías ni gilipolleces. Con el mismo cansineo satisfecho, dichoso, paciente, irónico, ufano, honesto e, incluso, brillante, por el que se han hecho famosos algunos tipos de La Mancha. Y ahí reside el gusto "ultra" por el campo, por el monte y por las montañas. En cambiar la perspectiva, en volver al ábaco, olvidar ídolos de cartón y calculadoras. En pocos lugares nos dejan márgenes para anteponer las sensaciones a los méritos, las emociones a los milímetros. Por mucho que el perfil de un ultra-trail se parezca al índice DOW JONES. En un ultra de esos se cuentan los kilómetros no por contarlos, no por sumar ni restar, sino porque después de uno, viene otro. Pues claro. Es difícil encontrar retos deportivos donde a casi nadie le importarte quién ha llegado el primero o qué tiempo a hecho. Dónde el primero no sea una referencia en ningún aspecto. El sábado no se juega ninguna final, no llorará desconsolado ningún vencido ni por los vencedores brotarán disturbios. Tres años después, cuando hasta me cuesta recordar quién era yo en el 2009, volveré a Ronda. Pasado mañana. Tras una reciente tendinitis de rodilla, tras un recientísimo catarro primaveral. Quizá no debiera ir. No iría si mi objetivo fuese hacer de todas, todas, 14, 15 o 16 horas, porque en mi estado probablemente no lo consiga. Pero yo voy a un ultra-trail, a conseguir poner mi cuerpo y mi cabeza en modo inercia durante todos los kilómetros que me dejen y pueda. A sentir así la inercia de todo lo que me rodea. A seguir descubriendo los motivos de hacer estas cosas. Hay muchas otras cosas que no buscan o no son dignas de explicación, sobre las que nadie se pregunta los "porqués". ¿Por qué será?

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