jueves, 4 de junio de 2009

"Andar es sano" o "Predicar con el ejemplo"

Conté por aquí hace un par de meses como la grúa me virló el coche por los excesos de celo del Juez Decano en funciones con la zona de seguridad del Juzgado (según me informó una fuente fiable) Y pusieron bolardos unos días después. Y los gorrillas de enfrente siguen campando a sus anchas. Desconozco si nuestros suplicados Juzgados han ganado en seguridad o no. Sabe Dios.
A partir de entonces, como todo hijo de vecino obligado a soltar pasta por cualquier chorrada en estas ciudades del siglo XXI, opté por dejar el coche en el parking de los multicines de al lado, a razón de euro y pico cada envite.
Pero hoy me siento reconfortado con aquél, lejano ya, día de autos (nunca mejor dicho lo de "autos") por dos motivos:
Primero, la multa por mal aparcamiento no me ha llegado, han pasado casi tres meses y no me ha sido notificada, conocer gente hace milagros. Llorar también.
En segundo lugar, y lo más importante, he comprobado en primera persona, desde una perspectiva inmejorable, casualidades de la vida, como los excesos de celo de nuestro querido y entrevistado Juez Decano en funciones, se han vuelto en su contra. Verbigracia que decían antes. En respuesta a los problemas de aparcamiento en la zona del Juzgado este Señor dijo recientemente, públicamente, en entrevista a Tabla XIII, que nunca ha habido zona habilitada para los profesionales de guardia y, lo más oportuno, que en definitiva andar es sano.
Simpatica e irónica solución para decir que el problema de aparcamiento no es para tanto. Yo le hice caso, pues me tomo las indicaciones e, incluso, los consejos físicos de los jueces al pie de la letra. Por eso del andar es sano me apunté a los cientouno de Ronda. Y efectivamente, llevaba razón nuestro querido Juez, al igual que lleva razón en todas y cada una de sus sentencias y autos, y me resultó muy sano y placentero recorrer los caminos de Ronda a patita durante más de cien kilómetros.
Estoy más sano que nunca. Es más, siguiendo su consejo, cada vez que estoy de guardia y me llaman de la Comisaría de los nacionales voy y vengo a pie, tardando toda la mañana para lo que antes tardaba un par de horas. Pero los jueces de guardia no se mosquean, ni me piden celeridad, saben que es por prescripción judicial, de su Decano en funciones, que esto de andar para estar sano es ya casi proyecto de ley.
Pasé a idolatrar a este Señor por su consejo, me comí mi anterior entrada del blog, arrepentido por mis palabras suspicaces respecto a Su Señoría. Es que los abogados nos pasamos un huevo, pensé. Apunto estuve de pedirle que fuera mi entrenador personal.
Pero los ídolos son acompañantes fugaces... Hace dos días el mito se me derrumbó... Y aún no me he recuperado. Como os decía, por seguir andando sin parar por prescripción judicial, dejé de aparcar en los multicines Las Vías, y volví a las lejanías del Polígono Larache, con cuarenta grados a la sombra y la toga bajo el brazo es como se disfruta la vida. Un, dos, un, dos. Derecha, izquierda, derecha, con la venia, izquierda.
Desde el campo de prácticas de golf subía yo, dichoso de mí plenitud física, pateando el humeante asfalto, cuando unos pocos metros delante ví un pequeño atasco. De frente, en primer lugar, un coche pequeño, detrás dos furgonetas que salían de las naves, algún claxón sonando, y el conductor del coche pequeño gasticulando dentro del vehículo violentamente, durante un buen rato. Cómo se pone la gente, pensé, que barbaridad ¡que anden como yo y como mi gurú!
Con los ecos en la cabeza del cercano Quijote Arena dudé si podía tratarse de una celebración tardía de la Champions League al estilo Talant Dujshebaev desbocado, en medio de la pista, con los brazos alzados y la mirada perdida. Miré en busca de bufandas o banderas saliendo de las ventanas de los vehículos pero, sorpresa, nada de eso había. Qué raro.
Lo que pasaba era, simplemente, un altercado de tráfico: la típica maniobra en que un coche se detiene para aparcar, pone la marcha atrás, las luces blancas se encienden, pero no puede proceder porque detrás no le han respetado el hueco y tiene pegadas al maletero dos furgonetas blancas, y una creciente fila de coches y, claro, todos no pueden dar marcha atrás para que el primero aparque.
Que listos sois, ya habéis adivinado quién era el conductor del pequeño vehículo a motor deseoso de aparcar y con los brazos alborotados, vociferante, cual molino de viento desbocado moliendo a mi ídolo venerado. Por cierto, eran las diez y cuarto de la mañana.
Sin creer lo que había visto fuí a hacer unas gestiones al Juzgado y, a renglón seguido, a Alcázar de San Juan, donde creo que el Juzgado sobrevive sin zona de seguridad.
Me encuentro perdido, ya no sé si andar es bueno o malo, ¿a quién tomaré ahora como guía espiritual? ¿Por qué enfadarse hasta tal extremo si cuánto más lejos se aparque mejor?
Ya saben, dicen que conduciendo sale a relucir nuestro verdadero carácter. Y, ya saben, dicen que hay gente que muestra su soberbia con gestos abiertamente prepotentes y escupitajos en la mesa y, otros, con un bonachón paternalismo en apariencia apacible y resignado.
Yo sigo dando gracias a estas benditas casualidades que me sirven de guía. De momento me he reconciliado con las grúas y el depósito municipal. Desengañado de mi amor fugaz, pero contento.
Creo que he aprendido, no volveré a aparcar, lo prometo, en un paso de cebra próximo a una zona de seguridad (os recuerdo que esta infracción esta prescrita, que nunca se sabe quién puede leer esto)
Otros continúan en su impostura y echan de menos esa zona de seguridad, que empezó a ser una molestia cuando empezó a utilizarla más gente y no sólo unos pocos privilegiados.
P.D.:
ESTA HISTORIA ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES. LOS NOMBRES, PERSONAJES Y LUGARES QUE APARECEN TAMBIÉN SON REALES, INCLUIDO YO (DENTRO DE LO QUE ME ES POSIBLE) CUALQUIER TERGIVERSACIÓN DE LO DICHO SERÁ ACLARADA POR OTROS MEDIOS, EN NINGÚN CASO VIOLENTOS. SOY CONSCIENTE DEL RIESGO DE SUFRIR ALGÚN TIPO DE REPRESALIA GARZONIANA. YA SE SABE, LA COSAS DE LA JUSTICIA UNIVERSAL. EN TODO CASO DEJO CONSIGNADO QUE ESTOY INFLUIDO, AL MOMENTO DE ESCRIBIR Y PUBLICAR LO QUE ANTECEDE, POR SUSTANCIAS TÓXICAS QUE NUBLAN LISONJERAMENTE MI POCO ENTENDIMIENTO. CASUALIDADES DE LA VIDA.

2 comentarios:

Néstor dijo...

Ramón, si es necesario -con Garzón o en garzoncillos- te defiendo yo mismo... Y complemtamente gratis. Porque mira que es lamentable defenderse de graciosos y estúpidos. Sí, hoy estoy cabreado. Iba a salir con la bici y alguien ha decidido que hoy tenía que llover (y tronar y ventear).

R. Gª. ALDARIA dijo...

Cómo me gusta cuando te cabreas, ja,ja,ja,ja, hasta me das la razón. Tenías que practicarlo más, lo de enfadarte.