Hay semanas que empiezas con calambres, y sigues con que te notifican el impago de un impuesto de circulación con recargo (y con amenaza de embargo) y sigues con una guardia complicada que te hace perder dos mañanas enteras en el Juzgado.
Y mientras estás esperando (el trabajo fundamental del abogado en la oficina judicial es desarrollar su paciencia) una de esas mañanas tu coche se lo lleva la grúa. Tras aflojar 57 euros y pico por las tasas, hablas con gente y te comentan (no digo ni diré el nombre de mi fuente fiable) que han hecho la escabechina en los aledaños del Juzgado tras una llamada del Juez o Jueza, decano o decana, no sé, eso no me lo precisan, quejándose del aparcamiento, y que ha llamado a la concejal y todo mostrando su amargura.
En caso de que la fiable fuente no esté confundida, le agradezco, Su Señoría, su honda implicación ciudadana, eso sí que es una Justicia apegada al día a día del ciudadano de a pie, o de a coche, aunque he de decirle que si las actuaciones judiciales fuesen puntuales habría menos coches encima de las aceras y zonas de seguridad y la madre que las parió.
Reconozco mi pecado, me confieso Señoría: mi pobre y banduendo León estaba en mitad paso de cebra, en mitad zona de seguridad, porque Yo estaba de guardia y llegué con prisas para estar una hora esperando a que se realizara el simple trámite de avisar al médico forense. Mientras esperaba y los papeles se acumulaban en la mesa de mi despacho, mi coche fue sustraído gracias a su honda preocupación por el tráfico urbano, Señoría, y me hizo perder la poca mañana que me quedaba para trabajar entre la Comisaría y el Depósito Municipal.
Nunca podré agradecerle como usted se merece, Señoría puñeteada por las bocamangas, la gran concienciación que ha generado en mi persona sobre los problemas de aparcarmiento de los que, todo sea dicho, no soy culpable ni tengo capacidad de decisión. Muy bonito el edificio acristalado, con su incomparable y compatible función nevera/horno sin aparcamiento.
Tanta conciencia ha creado en mí, Señoría, que el otro día al salir de mi cochera tenía un camión atravesado. Tenía prisa para evitar el atasco de las dos, toqué el claxón con insistencia, esperé cinco minutos sin éxito y llamé a la Policía Local guiado por su ejemplo de Robin Hood anti-emisiones de CO2. Justo cuando le calzaban la multa al camión llegó su conductor/currante y, qué curioso, en ese momento me arrepentí de haber llamado a "la local", como usted, puñeteada Señoría, seguro que también se arrepentió después de haber inducido a la denuncia de decenas de vehículos entre los que imagino no estaría el suyo, ni los de los funcionarios de su Juzgado, o quizá a ellos resulte que, por la fuerza del destino, no les llega la multa a casa.
Seguro que se arrepentió usted, igual que yo, por optar por una medida represora e inútil, por simple despecho o por motivos que desconozco, sin afrontar el problema de fondo del que todos somos víctimas. Sí, estoy seguro de que se arrepintió... ¿o quizá no?
Si se cree que así soluciona algo ya le digo yo, en estrictos términos de defensa y de dejar las cosas claritas, que no, que su llamada no ha solucionado nada de nada, más allá de las arcas municipales. Otra cosa son aspectos de personal desahogo o satisfacción personal, eso no se lo discuto.
Fíjese, yo me arrepentí de mi llamada y eso que soy abogado.
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