martes, 28 de abril de 2009

De Hollywood al Juzgado pasando por Barrio Sésamo.

Interpretaba en la anterior entrada los distintos significados de la palabra "calidad". Y mira por donde ayer me encontré de bruces con una confusión conceptual curiosa.
El típico juicio contencioso-administrativo reclamando a un Ayuntamiento por el mal estado de la calzada, que provocó una caída y ésta un esguince de tobillo de grado II. Yo como demandante o "actor". El Ayuntamiento como demandado. Lo de siempre: mi informe médico y técnico de la calzada y el Ayuntamiento negando la mayor (sí, hay lesión, pero no hay prueba de que se produjera en el sitio que yo digo) y luego minorando la posible cuantía indemnizatoria.
Mi cliente me confiesa antes de entrar que no sabe si decir que está en tratamiento psiquiátrico, porque a lo mejor le perjudica, que tiene depresión y no sé qué más, y que dos policías locales la vieron caerse y no le hicieron caso. Le digo que hable lo menos posible, incluso, mejor aún, que no hable nada. El juicio intuyo que se perderá porque no hay prueba directa de los hechos, aunque nunca se sabe, y mi cliente, de sangre caliente, alma banduenda y espíritu desequilibrado, mantuvo una tensa compostura durante los poco más de treinta minutos que duró la vista. Rigidez en el rostro, en la pose, ni un comentario, gesto, gruñido o suspiro ante los argumentos de la abogada del Ayuntamiento. Una bomba de relojería.
A la salida iba con prisas, pues tenía también el juicio siguiente, donde iba a mantener sobre un hecho similar la tesis contraria pues en ese caso iba como aseguradora de un Ayuntamiento, pero esto daría para otra entrada y/o ensayo filosófico.
A pesar de ello salí al pasillo, por curiosidad, a fisgonear la opinión de la cliente, sus reacciones. Lo primero que hizo fue preguntarme si la abogada contraria era del pueblo de donde ella venía y donde sufrió la caída. Pregunta que era una velada amenaza para saber, en definitiva, si era vecina suya y así, en la cercanía de La Mancha pofunda, tomar las represalias sociales, directas o indirectas, que considerase oportunas. Le dije, balbuceante, que no, que creo que no, que creo que es de aquí, de Ciudad Real. Teniendo en cuanta que antes de entrar me dijo que deseaba poner la alcantarilla mal enrasada en la puerta de la mujer del alcalde para que fuese ella la que se partiera la pierna, está claro que mi querida cliente estaba tirando mal de ojo, mal de alcantarilla en este caso, a la compañera; que todo hay que decirlo, fue respetuosa e, incluso, moderada, pues entiendo que no quiso hacer sangre al ver que se le ponía la prueba de cara.

- Cómo se atreve a decir que no me caí, que lo he fingido todo - Refunfuñaba la Señora. El cliente no suele distinguir matices, no es lo mismo decir que no hay prueba suficiente de que la lesionada se cayera por culpa de una negligencia del Ayutamiento a decir que el hecho en sí mismo no sucedió, pero como entenderéis no entre en estos matices.
- Usted tranquila, olvídelo todo, ya cuando llegue la sentencia la avisamos - Intenté quitarle hierro al asunto, que la cliente desconectara de su fijación, al estilo del encantador de perros, pero no me salió, nunca me sale.
- Pero eso de decirme actora, decirme que he actuado con lo de la caída, eso de repetir varias veces lo de actora... - Decía con la mirada perdida por encima de mi hombro buscando a la abogada que estaba detrás de mí.
- No, eso no, tranquilícese, vamos a ver, con actora se refería a que eramos nosotros los demandantes... - No seguí, era inútil entrar en matices.
- Sí, lo que sea, pero que lo ha dicho, ya se podía haber dejado la mala leche en casa esa abogada.

Actor. La palabra actor llevada a su sentido teatral puro. Actor. ¡Qué bueno! Explicale tú a la mirada ofuscada que actor tiene otras acepciones, una de ellas jurídica, que significa tal y cual.
Se despidió de mí dándome las gracias. Juicio muy posiblemente perdido pero cliente contento, quizá debido a la medicación, pues no tuve mucho de donde tirar.
Y a renglón seguido a "actuar", ahora no en el sentido de demandante como en el juicio del tobillo, sino en el sentido cinematográfico, pues sin solución de continuidad y delante del mismo Juez ahora iba a ser yo el que dudase de la caída, de la lesión en el nervio tibial, de las secuelas.
Señoría, no se lo digo por decir, le aseguro que la alcantarilla que ahora nos ocupa estaba en perfecto estado, no como la de hace cinco minutos, hay ayuntamientos buenos, como el que ahora aseguro y represento, y ayuntamientos malos, malvados, como el del juicio anterior.

viernes, 24 de abril de 2009

Denominaciones de origen.

Hace un par de semanas, o quizá sean ya tres, oí la expresión "pleito de calidad", y por entonces andaba yo pensando en otras cosas a toda prisa y no reparé lo sufiente en su sentido. Lo que me vendían con esa etiqueta tenía un doble significado. Por un lado, tratar asuntos poco comunes, extraños, por ello supuestamente más difíciles aunque sólo sea por tener que estudiar algo nuevo (a pesar de que luego, muchas veces, resultan más sencillos) Por otro lado, claro está, la calidad se refería a la cuantía... y a más cuantía mayor la minuta.
Calidad. Según la R.A.E. tiene diversas acepciones. Los que con dicha expresión trataban de convencerme está claro que iban por "2. f. Buena calidad, superioridad o excelencia" Aunque la calidad en términos generales, como primera acepción es: "1. f. Propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor" Por lo que puede ser buena o regular o mala. Y ahí esta el tema, porque un pletio puede ser de calidad por muchos aspectos. Por ejemplo, la mayoría de abogados de los acusados del juicio del 11-M iban con abogados del turno de oficio. ¿Era ese un pleito de calidad? Entiendo que por intereses de todo tipo no cabe mayor calidad, si bien a algunos letrados les costase dinero dedicarse a ello en cuerpo y alma. Incluso un enrevesado juicio de faltas en muchas ocasiones requiere mayor habilidad que un mega-ordinario, debido a la improvisación de la prueba y otros menesteres.
Calidad. Resuena en mi memoria esa palabra, y releyendo sus demás acepciones, desde la perspectiva que da el tiempo, me queda claro que, para lo que me afectaba, aquella calidad que se me ofertaba como producto estrella no era otra cosa que "9. f. pl. Condiciones que se ponen en algunos juegos de naipes" o, incluso, "1. loc. verb. desus. En el arriendo de las rentas reales, comunicar relación jurada del estado de las cobranzas y pagos". Mi memoria se queda con un tufo a que había algo de truco, algo de sometimiento. Creo no equivocarme.
P.D.: Releyendo esta entrada para colgarla en el blog he caído en lo curioso que resulta que 21 acusados por el 11-M fueran con abogados del turno de oficio, como cualquier delincuente común sin medios ni conocidos recomendables. Curioso.

viernes, 17 de abril de 2009

Revisión a la retaguardia.

El lunes por la noche, en el canal de noticias 24h salió un breve reportaje conmemorando los 20 años desde la tragedia del Estadio Hillsborough, en Sheffield, el 15 de abril de 1989. Al final las típicas entrevistas de uno de los días de después, en las inmediaciones de la grada de la tragedia. Ciudadanos varios, lamentos. El cámara se acerca a entrevistar a un tipo en chandal que está frente a la valla del Estadio convertido en improvisado altar. Con pinta de hooligan de pintas de cerveza a la enésima potencia. Se gira y les dice, muy respetuosamente, con el respeto dolido y sin ficción de un británico, que ha ido allí por condolencia, a recordar a los 96 fallecidos, no para llenar minutos de televisión. Con una educación exquisita, sin apariencias, con el chandal de su equipo, se da la vuelta y sigue a lo suyo. En su silencio con la mirada al frente.
Traído a la actualidad de la televisión española, me pareció un gesto irreal, aquí donde el amarilleo rosáceo tiñe voces, vestimentas, voluntades y pésames. Las exaltaciones suelen tener poco fondo, o ser éste movedizo. Ahora se hacen ruedas de prensa en prime time para explicar lo que no hace falta: el drama humano básico. Ahora se pone música a los minutos de silencio. Parece que las muestras de respeto si no se divulgan a bombo y platillo no sirven para nada. Esas lágrimas públicas y publicitadas me dejan, cuando menos, sensación de regodeo innecesario y, cuando más, certeza de demagogia absurda y a veces mentirosa.
Si hiciese ahora un exámen de derecho constitucional y me preguntasen qué es la dignidad, no me iría al artículo 10 de nuestra Constitución. Contestaría que es lo que demostró ese ciudadano británico ante las cámaras.
Ninguna entrevista expresó mayor lamento, respeto y pesar que la respuesta de ese hombre anónimo. Por algo será.
La exageración no socorre y, si es impostada, ni siquiera creo que desahogue. Nunca he pedido un autógrafo, pero quiero uno de ese tipo. Un autógrafo anónimo.
Seguro que es de esos que no pone música a los minutos de silencio, y que cuando escucha su canción preferida no sube la música sino que cierra los ojos. A pesar de que sea de esos que tarda más en tirarse el eructo que en beberse la cerveza, que una cosa no quita la otra.
Por ahí creo que sueña la dignidad humana, sin aspavientos ni rebajas, cuidando los tímpanos. La fuerza invisible de la retaguardia, esa que nunca sale entrevistada en donde estás corazón.

viernes, 10 de abril de 2009

Merece la pena leerlo.

Os dejo un enlace del blog de Lorenzo Silva de El Mundo, que escribe un buen relato breve sobre cosas que pensamos todos mucho mejor de lo que yo podría hacer.

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/08/cultura/1239185498.html