viernes, 4 de abril de 2008

Operación Triunfo, o baila el chiqui-chiqui.

En el descanso del Bayern de Munich - Getafe hice un ejercicio de zapping, pues mientras hay buen fútbol que a nadie que estime su vida se le ocurra cambiar de canal. Qué sorpresa me llevé al encontrame de nuevo con Operación Triunfo, con sus castings despiadados, con el tipo insufrible que se esconde en unas gafas de sol. Si yo fuera tan capullo también me escondería en las gafas, aunque en el plató de tv no haga sol. Incluso me pondría gorra, y orejeras, y un pasamontañas. El tribunal del casting masacra a los aspirantes, tanto en lo profesional como en lo personal. Lo segundo no tiene nombre, no voy a entrar en ello, pues sólo su actitud los descalifica.
Lo que no entiendo es el supuesto tema 'profesional'. Según ellos entran al programa exclusivamente los aptos para la música, quienes se puedan labrar un futuro. Mentira. En el fondo ese no es su objetivo: los que a ellos les interesan son quienes se ajustan a su perfil de concursante marioneta ideal, para tener mucha audiencia. Perfil que acordarán tras sesudos estudios y estadísticas de opinión y mercadotecnia televisiva. Eso hay que reconocerlo: audiencia sí logran.
Pero en búsqueda de talento musical los jurados y profesores son unos fracasados. Tras innumerables ediciones sólo han conseguido, a parte de ganar pasta, dos o tres productos musicales de éxito relativo, totalmente encorsetados, teledirigidos y sin ningún tipo de personalidad o creatividad auténtica. La única que parece haber sobrevivido durante años, saliéndose del cajón, ha sido Chenoa, aunque me siga sin gustar.
Chiquilicuatres fashion. No han conseguido labrarse un futuro de forma independiente, más allá de la tutela/subvención triunfita. Se veía venir.
Creo que tienen más posibilidades de dedicarse a la música de forma profesional los excluidos en los castings que se tomen en serio trabajar por su cuenta (o dedicarse a beber y drogarse dando conciertos por antros desconocidos buscando su inspiración y buena estrella) que los elegidos, que sólo llegan a ser famosos por un día, o chiquilicuatres estereotipados.
Y ser famoso, por ser famoso, es una mierda.
¿Hay alguna clase en la la academia de OT en la que se les enseñe creatividad o algo así?

4 comentarios:

Libi dijo...

Deberías contar que , en realidad, lo que te ocurre es que cuando fuiste a presentarte al casting de OT con la canción del chiquilicomosea ese (que en realidad la compusiste tú) el tío de las gafas de sol gigantes se rió de ti y claro, de ahí tu rechazo al programa, su ¿jurado? y la ¿canción? del chiki-chiki....

Mr. Hyde dijo...

No voy a decir eso de que veo documentales y escucho sólo a Mozart, Beethoven y Brahms, pero estos programas me dan alergia. A los entrenadores de cuerdas vocales y bailes sensuales me dan ganas de matarlos con un picahielos; en cuanto a los concursantes, son una pandilla de ágrafos con incontinencia lacrimal y deberían acabar sus días en las cutre fiestas del pueblo más pequeño que imaginarse pueda, con un contrato firmado en una servilleta donde diga: A cambio de la actuación tiene derecho a copas gratis de 1.00 a 3.oo.

Néstor dijo...

Si la fama es algo desgraciadamente efímero, la de estos personajes de sainete tiene algo de patético, que la hace aún más breve; de temporada, diría yo.

R. Gª. ALDARIA dijo...

Lo de "sainete" e "incontinencia lacrimal" muy ajustado, se ve que nunca doy con las palabras más adecuadas. Daky, te prometo que la próxima carrera popular la hago vestido de chiquiloquesea, me has pillado.