Como a cualquier Policía que se precie al Agente 9509 no le gustaba ir a los juicios. Le gustaba patrullar, detener, hacer preguntas, reprimir las ganas, o no, de dar algún puñetazo a tiempo, de girar con especial habilidad los brazos del detenido para ponerle las esposas haciéndole crujir los hombros. Según el Agente, hay cosas que están mal y se solucionan con acciones, sobre la marcha, no con palabras; y los juicios no son más que habladurías, justificaciones a destiempo, excusas sin movimiento.
Poco a poco, asistiendo a un juicio y a otro y a otro, consiguió cambiar su mueca irónica, que sacaba a relucir especialmente al contestar las preguntas de los letrados de la defensa, por un gesto imperturbable, seco, casi indiferente. Esta noche no había dormido bien, le pesaban los párpados y tenía un ligero temblor en la voz de simple y puro cansancio. Al Agente 9509 sólo le podía temblar la voz por fatiga, nunca por debilidad, nunca por albergar dudas. Además el café que acaba de beberse de un trago le había sentado como un tiro a quemarropa. Entre otras muchas cosas el Agente sabía lo que había hecho el acusado, su instinto nunca le engañaba.
- ¿Usted llegó a ver con claridad la cara del acusado?
- Yo iba conduciendo mi vehículo...
- ¿Y el Citroen Xara gris pasó a su lado izquierdo, en sentido contrario?
- Y el acusado iba conduciendo el otro vehículo...
- Le he preguntado si el Citroen gris pasó a su lado.
- Y yo le he dicho que lo conducía el acusado.
- ¿Le vio la cara a través de la niebla y el cristal del Citroen?
- Siempre lo conduce él.
- ¿Le vio la cara?
- Siempre.
- ¿Ese día, a las 4:55 de la madrugada, le vio la cara?
Cada vez se sentía más absurdo. ¿Para qué sirven las 4:55? ¿Por qué ese personaje con toga tenía que marear las gafas en su mano derecha sin llegar nunca a ponérselas? ¿Sería capaz de verle la cara sin las gafas puestas? Y, para colmo de males, llevaba más de hora y media esperando. Para ésto. Para nada.
- Vamos a ver, yo llevaba las gafas como siempre, puestas... No recuerdo qué hora era exactamente, y menos aún el minuto.
- ¿Y lo vio conducir?
- Eso lo dice usted.
- ¿El qué?
- Que conducía.
- Yo no afirmo nada, hago preguntas... Señoría... bueno, déjelo, no hay más preguntas.
Sintió un gran alivio cuando el abogado cerró la boca, pero sin llegar a ponerse las jodidas gafas. El Agente se acercó al estrado a firmar el acta sin pedir permiso al Juez, ni al Secretario. Sentía la rutina tanto o más que sus ojos cansados, y para hacer rutina no hay que pedir permisos ni venias a nadie. Se giró, se marchó, y al salir de la Sala ya había olvidado el tema del juicio. Sólo pensaba en que su trabajo cada vez era más aburrido, que necesitaba algo de acción, o unas vacaciones. Probablemente el Abogado pensaría exactamente lo mismo (sobre todo lo del aburrimiento) recordando la cara asqueada del Agente 9509.
2 comentarios:
[Plas, plas, plas]
Genial, Ramón, genial... Esa mezcla de cansancio, asco y hastío me ha llegado al alma. ¡Vacaciones, ya! ¿O necesitamos otra cosa?
Que quede claro que la historieta es totalmente ficticia, que luego empiezan las habladurías y terminamos pegándonos paraguazos. Si me toca la primitiva soy capaz de prescindir de las vacaciones.
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