Para no caer en el posible error de dejar politizado este blog con la anterior entrada, que puede que sea la penúltima del año y ésta la última, voy a recomendarles un plan de fin de año inigualable.
Si están trabajando apaguen el móvil cuando lleguen a casa, si no trabajan apáguenlo ya mismo y no lo enciendan, como mínimo, hasta el día dos a las nueve de la mañana. No hagan ritos quirománticos con velas en busca de la buena suerte del año nuevo, es innecesario, que la suerte se la hace uno mismo como cualquier otra cosa en el día a día, y corren el rieso de incendiar la casa y salir en los sucesos de año nuevo, entre las noticias sobre los controles de alcoholemia, los saltos de esquí, los remedios para la resaca, el primer muerto en la carretera del año y la última apalizada. Resérvense felicitaciones, dénlas durante el año a quién y cuando lo merezca. Huyan de petardos y cotillones, o métanselos por ahí mismo a quién les moleste, con matasuegras incluido. Adopten la horizontal en su sofá, pónganse un manta eléctrica en los riñones y rásquense los huevos o huevas. Y por favor, no hagan balances, tampoco sean autocompasivos, no den alergía a sus neuronas, limiténse a rascarse con ahinco lo precitado y a pensar, brevemente, en qué tienen que hacer el día dos a las nueve de la mañana además de encender el móvil que acaban de apagar.