martes, 9 de diciembre de 2008

Los cojones y los tontos.

El castellano está cogiendo al inglés y al chino mandarín, creo yo, por su versatilidad con los insultos, por las frases hechas peyorativas, por su falta de pudor. A la gente nos gusta todo eso, y quién lo aprende lo habla sin parar. Así decimos "tonto de los cojones" sin saber muy bien que tiene que ver un ceporro con el testiculamen, sobre todo cuando los mismos "huevos" son usados otras veces como gentil piropo: "ese tío le echa cojones", "tiene lo que hay que tener". Todo esto, que es tan coloquial tan coloquial que creo que todos hemos dicho alguna vez esas expresiones, extraña cuando lo dice un político. Y debe extrañar.
Resulta que los que votan a un partido son tontos de los cojones según un innombrable, pero es que, políticos leales del otro bando, aunque no lo digan, también piensan que los que votan al otro son tontos de los cojones, aunque tengan el gusto meramente estético de no decirlo. No me sorprenden los colores, ya sea rojo ya sea azul, gaviota o rosa empuñada. Lo que me resulta repugnante es el desprecio que hacen los políticos del votante ajeno cuando no hay elecciones. Aunque bueno, algunos desprecian al votante ajeno hasta en periodo electoral, pues aquí, en esta nevada España, no importa debatir y convencer sino movilizar a la propia parroquia, que los otros son unos descarriados, por no llamarles tontos de los cojones.
Pues bien, si los que votan a uno y a otro resultan calificados por el contrario como tontos de la entrepierna, ¿qué somos los que a veces votamos a uno y, menos o más veces, al otro, o no votamos o les enviamos mensajes de amor en las papeletas?
Como yo no soy político ni aspiro a ello, y no tengo por qué aparentar nada en este foro, procedo a insultar aún a riesgo de que me partan la cara: los únicos tontos de los cojones son aquellos políticos y cargos públicos tuertos, mancos de derecha o izquierda, que pisan más los hoteles de cinco estrellas y los burdeles que el Parlamento, que frecuentan más el alcohol y la cocaína que la literatura, que se meten antes en burbujas inmobiliarias que en el comedor de Cáritas.
En cuanto a los votantes, por respeto y fraternidad, que todos somos pueblo nos guste o no, no voy a insultar mucho, sólo una precisión: hay votantes que incurren en el error de votar siempre al mismo partido, y por ello corren el riesgo de ser llamados tontos de los cojones por cualquier político indocumentado, es decir, por la mayoría de los políticos. Y hay votantes que juegan al despiste, que hacen lo que les sale de los cojones de forma imprevisible.

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