lunes, 30 de junio de 2008

Cuando "Niño" se escribe con mayúsculas, y no me refiero a Fernando Torres.

Cuanto mayores son los problemas o mayores nos hacemos más nos enrevesamos, nos enredamos. Tropezamos. Importancias, trascendencias, tesis y ensayos. Rebuscamos sin levantar la cabeza y generamos tantos nuevos problemas como posibles soluciones. Luchas.
Cualquier verdad se puede explicar en una sóla frase, en una sóla palabra, y la entiende desde un Niño de cinco años a un Ilustrísimo Señor.
Cuando esa verdad, además, nos la explica un Niño de nueve años y la entendemos todos sin pestañear estamos ante una obra maestra. Sencillez, naturalidad, falta de prejucios.
Eso es el "El niño de pijama de rayas", libro imprescindible. Lo breve, si bueno, dos veces genial. Para decirlo todo no hacen falta más de doscientas páginas ni divagaciones.
Para mi que John Boyne sigue teniendo algo de niño de nueve años, como todos. Obremos en consecuencia.

martes, 24 de junio de 2008

De cómo las huelgas y los alarmistas no afectan al látex.

La cambiante actualidad del mundo moderno y que la Selección española esté en semifinales hace que las noticias de hace cuatro días parezcan del Neolítico.
Los camioneros seguro que siguen rumiando su post-huelga, y los que estarán rumiando también, pero en este caso comida literalmente, son los degenerados que desabastecieron los supermercados en apenas dos días. Sé de gente que, por ejemplo, compró en Mercadona cuarenta litros de leche y veinte pollos. Otros llenaron el carro con treinta kilos de harina, y congelados de todo tipo. Gente previsora, gente de orden. Sobre todo: Gente solidaria.
Se ve que leyeron La Carretera de Cormac McCarthy y vieron en la huelga de trasportistas un indicio de hecatombe nuclear. Pobres diablos.
Eso tiene el capitalismo y la estupidez cuando se juntan, que la gente acomodada ante la más leve adversidad se convierte en más alarmista que aquellos que sienten la miseria de cerca.
Supongo que para que las reservas no se pudran estarán organizándose y enviando alimentos al Tercer Mundo, o haciendo fiestas en el barrio para disfrutar de la sociedad, del sentimiento de comunidad: "Come pollo hasta reventar", "Felices y obesos".
Mi único gesto de ciudadano preocupado fue llenar el depósito de Leónidas (sí, he bautizado a mi coche, ¿Algún problema?) Mi padre llenó el depósito, mi cuñado también, algún amigo y compañero también, y yo lo llené finalmente más que por previsión ante una huelga furibunda, que podía durar semanas, incluso meses, ¿años quizá?, por no parecer la oveja negra y despreocupada de la familia ante tan graves acontecimientos.
Seguro que los tipos y tipas (miembros y miembras) que desabastecieron Mercadona son gente formal, muy solidaria, de moral intachable, de cirio y altas miras. Gente que tiene muy limpia su casa, pero que deja la bolsa de basura en el pasillo para que la huela todo hijo de vecino. No quiero imaginar alguna emergencia real con tanta gente escondida amante del caos soterrado.
Por cierto, qué curioso, no ví a nadie llenando el carro de preservativos, que ese desabastecimiento también se pudo producir. Está claro que el sexo inunda las mentes de solidaridad, aleja el pesimismo y huye de la agonía. Quizá los que compraron tantos víveres sin incluir nada de látex es porque ocupan su tiempo libre en limpiar azulejos y no en practicar el salto del tigre.
Señores y señoras, está muy claro: utilicen sus miembros y miembras, y serán solidarios y optimistas.

viernes, 20 de junio de 2008

Spain is different.

Las eurocopas son eurocopas porque hay selecciones perennes como Italia o Alemania. Sin ellas, ganar el trofeo no tendría mérito alguno. Ganen o pierdan juegan igual, siempre, sintiendo igual los himnos por muy trasnochados que éstos sean. Dicen que su fútbol es conformista, sí, exacto: conforme con la victoria, acostumbrado a ganar. Ayer Portugal cantó en su himno "¡a las armas, a las armas!". Pero ya no hay lanzas ni espadas, hay gepeeses y botones rojos. Se metieron en las trincheras olvidando los escudos antiaéreos. Alemania e Italia están llenas de tíos prevenidos, también predecibles, pero prevenidos. Son el opositor concienzudo, currante, que puede tener un mal día con un exámen pero que siempre sabrá un huevo. Cuidado: nosotros también somos Portugal. Esta lección se la debe enseñar Aragonés a sus muchachos hasta el domingo, para que no les pillen por sorpresa.
En la Península ibérica no opositamos. Somos cuentacuentos, improvisadores, que tienen días brillantes y días enfermizos, que pasan de la furia a los extremos, y de las bandas al tiqui-taca, y del toque al contra-ataque. Y en vez de tener letra en el himno, por muy trasnochados que fueran los versos -como pasa con todos los himnos- nuestra afición canta las letras lamentables del "Ay, Ay, ya, yai, canta y no llores" (para reírse con mucho fair play de jugadores contrarios cojos y sangrantes) y el peor áun "Alcohol, alcohoool, alcohooool, hemos venido a emborracharnos el resultado nos da igual". En Italia y en Alemania está horrenda cancioncilla estaría castigada con el patíbulo. En Alemania y en Italia el supuesto de hecho "el resultado nos da igual" sería un grave tipo penal de injurias y calumnias al Estado, a la Nación. Un delito de lesa majestad.
En nuestras banderas hay toros de osborne y la bandera republicana resulta que es más democrática para muchos que la propia bandera constitucional con su escudo constitucional. En España no tenemos letra, lo cuál no es ningún problema, es más, quizá sea una forma de evitar problemas. Pero es que tampoco nos limitamos a escuchar con cierta solemnidad o simple respeto nuestro himno: lo tarareamos borrachos y desacompasados.
Luego entramos en debates futbolísticos para saber por qué casi siempre nos gana Italia o Alemania, cuando el fútbol no es más que el reflejo de muchas otras cosas. Y no hay problema, si lo hacemos a gusto y somos felices así pues cojonudo, pero luego seamos razonables y no aspiremos a ganar eurocopas y mundiales con la misma facilidad con la que nos vamos a los toros o de botellón.
Me conformo con que el domingo Aragonés no olvide los escudos antiaéreos, como le pasó a su colega Scolari, y tengamos opciones hasta el último minuto.

lunes, 16 de junio de 2008

Seguridades, fatigas, dudas razonables, etc.

Como a cualquier Policía que se precie al Agente 9509 no le gustaba ir a los juicios. Le gustaba patrullar, detener, hacer preguntas, reprimir las ganas, o no, de dar algún puñetazo a tiempo, de girar con especial habilidad los brazos del detenido para ponerle las esposas haciéndole crujir los hombros. Según el Agente, hay cosas que están mal y se solucionan con acciones, sobre la marcha, no con palabras; y los juicios no son más que habladurías, justificaciones a destiempo, excusas sin movimiento.

Poco a poco, asistiendo a un juicio y a otro y a otro, consiguió cambiar su mueca irónica, que sacaba a relucir especialmente al contestar las preguntas de los letrados de la defensa, por un gesto imperturbable, seco, casi indiferente. Esta noche no había dormido bien, le pesaban los párpados y tenía un ligero temblor en la voz de simple y puro cansancio. Al Agente 9509 sólo le podía temblar la voz por fatiga, nunca por debilidad, nunca por albergar dudas. Además el café que acaba de beberse de un trago le había sentado como un tiro a quemarropa. Entre otras muchas cosas el Agente sabía lo que había hecho el acusado, su instinto nunca le engañaba.

- ¿Usted llegó a ver con claridad la cara del acusado?
- Yo iba conduciendo mi vehículo...
- ¿Y el Citroen Xara gris pasó a su lado izquierdo, en sentido contrario?
- Y el acusado iba conduciendo el otro vehículo...
- Le he preguntado si el Citroen gris pasó a su lado.
- Y yo le he dicho que lo conducía el acusado.
- ¿Le vio la cara a través de la niebla y el cristal del Citroen?
- Siempre lo conduce él.
- ¿Le vio la cara?
- Siempre.
- ¿Ese día, a las 4:55 de la madrugada, le vio la cara?

Cada vez se sentía más absurdo. ¿Para qué sirven las 4:55? ¿Por qué ese personaje con toga tenía que marear las gafas en su mano derecha sin llegar nunca a ponérselas? ¿Sería capaz de verle la cara sin las gafas puestas? Y, para colmo de males, llevaba más de hora y media esperando. Para ésto. Para nada.

- Vamos a ver, yo llevaba las gafas como siempre, puestas... No recuerdo qué hora era exactamente, y menos aún el minuto.
- ¿Y lo vio conducir?
- Eso lo dice usted.
- ¿El qué?
- Que conducía.
- Yo no afirmo nada, hago preguntas... Señoría... bueno, déjelo, no hay más preguntas.

Sintió un gran alivio cuando el abogado cerró la boca, pero sin llegar a ponerse las jodidas gafas. El Agente se acercó al estrado a firmar el acta sin pedir permiso al Juez, ni al Secretario. Sentía la rutina tanto o más que sus ojos cansados, y para hacer rutina no hay que pedir permisos ni venias a nadie. Se giró, se marchó, y al salir de la Sala ya había olvidado el tema del juicio. Sólo pensaba en que su trabajo cada vez era más aburrido, que necesitaba algo de acción, o unas vacaciones. Probablemente el Abogado pensaría exactamente lo mismo (sobre todo lo del aburrimiento) recordando la cara asqueada del Agente 9509.

Más difícil todavía.

En esta vida hay cosas difíciles, casi imposibles: que un repartidor del telepizza se detenga en un paso de cebra, que a José Tomás no le metan el cuerno por algún sitio cada vez que torea, no encontrarse alguna litrona vacía en la Atalaya tomando el sol, que Sergio Ramos haga un partido decente con la selección, que condenen a Federico Jiménez Losantos por injurias graves... Ehhhhh... ¿Cómo? Un momento, me dicen que ésto último acaba de suceder esta mañana. A ver si sacan la sentencia en el Aranzadi que tiene que ser, cuando menos, curiosa. Un consejo: madrugen mañana, escuchen la COPE, supongo que el Sr. Losantos tendrá ganas de apelar radiofónicamente. Seguiremos informando.

miércoles, 11 de junio de 2008

Mundo animal.

Hay noticias aparentemente absurdas que, en el fondo, dicen mucho más del mundo que los recurrentes juegos de la política, el cambio climático o los sucesos del ámbito penal con que nos acribillan permanentemente los medios. Los criterios de esos medios. Hoy me he llevado dos sorpresas: Por un lado, la obesidad y el sobrepeso superan a la desnutrición por primera vez en la historia, y parece ser que dicho resultado no es debido a que haya disminuido la desnutrición. Por otro lado, los monos capuchinos aprenden a usar dinero. El otro día me dijo mi perro que los seres humanos nos damos demasiada importancia y, por lo citado, va a ser que lleva razón.

martes, 10 de junio de 2008

¿Vigorexia neuronal?

Hay gente que se autocalifica de intelectual, o se regodea de que así le llamen. Suena pretencioso, irregular, algo retorcido. Se puede ser pintor, escritor, científico, actor, pastor... Pero presumir por ello de "intelecto" es como presumir de diametro de bíceps. Proteínas de papel y vagos idealismos. Sobre todo cuando de "intelectual" suele ser sinónimo "inútil": ¿Es un trabajo tener las neuronas más grandes o más pequeñas? ¿Se arregla algo a base de intelectualidad? ¿Pagan por pensar mirándose al espejo?
Hay muchas formas de absurdos onanismos. Se trata de encasillar en una supuesta brillantez lo que son simples aficiones o trabajos. Crear iconos: como actuo muy bien mi opinión sobre política es certera e indiscutible. Bocas de la verdad. Oráculos de lo auténtico cuando no son más que modistas del aire.
Por mi parte, he comprobado tras numerosos estudios empíricos que, personalmente, desarrollo más actividad cerebral y más concentración viendo la Eurocopa o jugando al Pro Evolution Soccer (los videojuegos son, por lo visto, malignos, el azote de Platón) que viendo cine japonés, leyendo con habitualidad o haciendo un juicio por muy bien que éste salga. Se ve que mis neuronas no son intelectuales. Vaya por dios.

lunes, 9 de junio de 2008

Puntería.

Hay días en los que se tiene puntería, mucho acierto.
Hay días en los que tienes que estar en un sitio a las 9:30 y, en otro, a las 11:00. Hay días en los que la diligencia final que se tiene que practicar en el Juzgado de Puertollano se convierte en la negligencia mayor del reino, en un vía crucis para la paciencia: empieza cincuenta minutos tarde sin motivo aparente más allá de las legañas de Su Señoría. Sin disculpa. El Juzgado nº 1 de Puertollano es muy tradicional, costumbrista, un baluarte en la defensa de las referencias básicas de la conciencia colectiva. Pasan los Jueces, pero no su espíritu de comenzar el primer señalamiento del día con más de cuarenta minutos de retraso.
Hay días en los que tienes que sacar pasta del cajero para poder sacar el coche del parking y te encuentras con dos Señoras que analizan cada una de las funciones del cacharro: sacan dinero, los extractos para la renta, ingresan dinero, actualizan la libreta... Creo que hasta se echaron una partida al Tetris. Hay días que cuando vas ya con media hora de retraso y aparcas el coche, te encuentras a la salida con el vecino del Porsche Carrera que no sabes de donde coño saca la pasta con estos tiempos de crisis, y tú, pensando en tu hipotecón, pisas una baldosa de esas miles que están sueltas en el centro de nuestra queridísima ciudad y te pringas toda la pernera del pantalón hasta la entrepierna de agua sucia y repugnante. Ridículo. Piensas si subir a cambiarte pero llevas prisa. Y te largas a toda leche y al final llegas cuarenta minutos tarde y te encuentras una fila de extranjeros esperándote para consultarte sobre sus renovaciones, arraigos y nacionalidades y todos se quedan mirándote el pantalón, y pensando si van a dejar en manos de ese desalmado sucio, y extranjero para ellos, sus confidencias y papeles.
A pesar de todo, hay días en lo que lo peor es que aún no han terminado, y piensas que haber escrito sobre ellos tan pronto puede ser un mal augurio y queda aún la tarde, y la noche...

lunes, 2 de junio de 2008

Implosión.



Por fin ha finalizado mi sanción y he podido coger este libro. Me lo empecé a leer hace mucho en casa de un amigo en Barcelona, me sorprendió y lo dejé a las veintipico páginas porque salía el tren y me dio no sé qué hurtarlo cuando Tomás lo tenía recién comprado y sin leer. Cada libro tiene un contexto que no se suele olvidar. En aquel día me dolían las rodillas.
Lo más destacable del libro, de inicio, como ya he dicho, es que sorprende. Y no lo hace por cuestiones aparentes, por historias rocambolescas o por cambios de sentido. Lo hace por su tono, su fondo, su desnudez. A algunos esto se le hará monótono a largo plazo y apreciarán ausencia de riqueza en las descripciones, aburrimiento y bla, bla, bla. Pero es que, me parece a mí, es eso precisamente lo que pretende transmitir el autor.
Original en todo caso, también por su temática: nos lleva a la desolación última de la humanidad, se puede decir que al día del Juicio Final, sin trompetas, sin alaridos, sin extraterrestres, sin Stallones, sin ciencia ficción.
Todo es humano.
Supervivencia pura y dura; retorno más allá de los orígenes de la cueva. Allí había naturaleza, estos son rupestres en blanco y negro, aborígenes anacrónicos.