jueves, 13 de marzo de 2008

Barrotes

Lo malo de la conciencia es que no avisa de su derrumbe. No suenan motores de máquinas. No hay estruendos. No hay polvo ni humo. Solo silencio. Nunca conoceremos la distancia entre una lágrima y un golpe. Y el pasado es imposible de rebatir. Y muchas veces la conciencia es un simple y atenazador pasado. Y el derrumbe queda en rutina. Silencio. Y llega un punto en que se olvidan los motivos. Y rectificar no es de sabios: es de fuertes. Cuando la fuerza son voces débiles difíciles de aprender. Caras de sorpresa y confusión resumidas en un número de procedimiento.


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