martes, 30 de diciembre de 2008

Cambio de día.

Para no caer en el posible error de dejar politizado este blog con la anterior entrada, que puede que sea la penúltima del año y ésta la última, voy a recomendarles un plan de fin de año inigualable.
Si están trabajando apaguen el móvil cuando lleguen a casa, si no trabajan apáguenlo ya mismo y no lo enciendan, como mínimo, hasta el día dos a las nueve de la mañana. No hagan ritos quirománticos con velas en busca de la buena suerte del año nuevo, es innecesario, que la suerte se la hace uno mismo como cualquier otra cosa en el día a día, y corren el rieso de incendiar la casa y salir en los sucesos de año nuevo, entre las noticias sobre los controles de alcoholemia, los saltos de esquí, los remedios para la resaca, el primer muerto en la carretera del año y la última apalizada. Resérvense felicitaciones, dénlas durante el año a quién y cuando lo merezca. Huyan de petardos y cotillones, o métanselos por ahí mismo a quién les moleste, con matasuegras incluido. Adopten la horizontal en su sofá, pónganse un manta eléctrica en los riñones y rásquense los huevos o huevas. Y por favor, no hagan balances, tampoco sean autocompasivos, no den alergía a sus neuronas, limiténse a rascarse con ahinco lo precitado y a pensar, brevemente, en qué tienen que hacer el día dos a las nueve de la mañana además de encender el móvil que acaban de apagar.

Las felices navidades.

El otro día le dí la mano a un sinónimo ocasional: estupidez/ideología. El despolitizador que nos despolitice buen despolitizador será. Pero no se preocupen, no es nada grave, que nos politizamos por hablar de algo, que luego lo importante de la política nos lo tomamos a cachondeo.
Politizamos nuestro politono, nuestra tarjeta de crédito, el pin de la chaqueta y los puños de la camisa. Hablar de iniciativas más allá de patéticas e infantiloides confrontaciones es aburrido, no merece la pena, no es navideño.
Tenemos tanta convicción en nuestra profunda ideología que la convertimos en fe, ciega, absoluta, y felicitamos ni más ni menos que la Navidad con metáforas-insulto sobre la supuesta ideología contraria.
¡Que sería de nuestras ideologías (y hasta de nuestras ideas) sin un contrario predefinido que nos sirviera de objeto despectivo para felicitar la Navidad a la gente que estimamos! Y todo ello en sólo 120 caracteres, muy meritorio.
El espíritu navideño inunda nuestras bolsas rebosantes de felicidad, pero sin concesiones a la ideología contraria. ¡Faltaría más!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Demasiado maquillaje.

Ya dije algo sobre los telediarios, y sin ánimo de ser pesado vuelvo sobre el tema. Si soltamos en la calle a cinco niños de doce años y les decimos que nos den las diez noticias más importantes a partir de lo que vean por su ciudad, seguro que no coinciden mucho, al menos no en todo. A no ser que esos niños vayan a ser periodistas: entonces nos darán exactamente las mismas noticias, pero con un margen de cinco minutos de retraso cada uno de ellos, para que te resulte inútil hacer zapping.
Ojo: cuando digo exactamente las mismas quiero decir exactamente las mismas.
Resulta que la noticia es como la gasolina. Resulta que la competencia libre es un ligue encubierto, una sintonía de príncipes ocultistas y contratos infieles. Unos te ponen caras bonitas y otros voces engoladas, cambios de lazo intrascendentes para infundirte tedio, miseria, miedo o espíritu navideño, según toque. Dirán que la actualidad es la actualidad: no me lo creo.
Nos visten de objetividad lo que no es más que un amaño, parece que no hay opinión y sí la hay, pero sólo en la trastienda. ¿Qué pruebas tengo? La obviedad y ninguna más.
Por eso el otro día me sorprendió algo que dijo Piqueras sobre los premios Goya. Dijo que no había sorpresas en las nominaciones pues había poco buen cine español donde elegir. Lo mucho que hace decir un simple “poco”. Una opinión tan sencilla y natural, además de cierta, que me pareció un auténtica reivindicación y/o panfleto incendiario dentro de la rumiante tónica habitual. Hacía tiempo, mucho, que un tele de éstos no me provocaba una sutil y maléfica sonrisilla.
Se maquillan las cuentas de las empresas, se maquilla al Rey Baltasar de Oriente para ser negro, se maquillan los/as presentadores/as y las noticias precocinadas. Dentro de poco se maquillarán hasta las caricaturas del Rey Juan Carlos de España para no convertirse el autor en carne de presidio.
El mal apócope de Franco murió y, dicen, que con él murió también la censura. Creo que si ese mal siguiera vivo ya no nos censuraría, pues no hace falta, todos los telediarios, toda la realidad mediática, es la misma, todos coincidimos, qué dicha, qué felicidad más absoluta, tenemos ciento y un mil nodos.
Empeoro por momentos, ya no se distinguir la telebasura del telesuceso, y lo peor de todo es que no tengo pruebas más allá de la simple obviedad.
La democracia es un buen marketing de televenta con un confuso y contradictorio fondo de armario. Le voy a pedir a los Reyes (a los de Oriente) una cámara oculta. ¡Qué aburrida es la vida sin antecedentes penales!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Montes y montones.

No sé si el abogado y el pastor tienen algún común denominador en sus motivaciones profesionales, pero a mí, a veces, bastantes, me da por pensar en cambiar la toga por la visera, el móvil por el silbido. Sobre todo cuando voy a Almadén de juicio y disfruto de las vistas en esta época del año, con estas maravillosas temperaturas.
Quizá el nexo entre ambas profesiones esté en el térmmino "pastorear". Pensaré en ello.
P.D.: Aclarar que todo lo dicho en esta entrada carece total y absolutamente de ironía.

Viva la precisión.

Si estás cansado de los libros de tropecientas páginas (sean best-sellers o no) que no dicen nada por querer decir demasiado, y aunque te gusten te acaban cansando, cambia de tercio y léete "Paradero desconocido" de Kressman Taylor. Te lo dice todo sobre el nazismo en menos de una hora. Auténtica economía procesal.
P.D.: Como veís para poner un ejemplo de precisión me he tenido que ir a la literatura, he tenido que dejar a los políticos en un reservado. El tiempo no es oro cuando se hace poco o nada. Me gustaría saber la agenda de miembros y miembras dedicados a la supervisión de los supervisores del supervisor principal, a la creación de fundaciones refundadas, a concertar festejos varios o a la lucha contra el cambio climático.

jueves, 11 de diciembre de 2008

¿Lo he dicho yo?

Como dije un par de entradas abajo, el castellano es rico en insultos, refranes y frases peyorativas, pero tiene muchas cosas más. Por ejemplo, hoy se han cachondeado de mí, sin faltar razón, por utilizar la palabra "exégesis" en un recurso de apelación. Curioso mi arranque de finura léxica.
Lo cierto es que no me lo pensé, me salió y ahí la dejé, aturdida e indefensa ante posibles lectores, sin saber luego, una vez iniciado el cachondeo, si acerté realmente con su significado. Lo que supone un síntoma evidente de estupidez.
Qué extraños son los recovecos de la memoria, al menos de la mía, cuando a uno le da por improvisar, es decir, por reflexionar poco.
Felizmente acabo de comprobar que sí acerté, que efectivamente "exégesis" es sinónimo de "explicación" o "interpretación", y eso era lo que quería decir. Menos mal, sino el cachondeo habría sido el doble, con doble razón.
Supongo que habré aprendido inconscientemente dicho palabro en algún texto jurídico, pero cierto es que constituye una cursilada infame. Acepto gustosamente las risas, que además han sido las primeras del día tras aguantar algunas consultas pesadas y pesadas.
En mi defensa, para que no me vean como un exégeta pedante, presento como prueba en contrario este mismo blog, donde he puesto recientemente y en multitud de ocasiones el bonito y preciso término "cojones" y donde abundan las faltas de ortografía y de todo tipo, incluso de sentido común. Incluso señalar al respecto que mis conversaciones favoritas son las que mantengo entre gruñidos, chillidos y ladridos con Hugo y Kira, sujetos de raza canina.
Espero acepten este escrito de descargo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Democracia.


Foto reciente del Congreso de los Diputados. Como se puede apreciar hay muy pocos tontos, muy pocos listos, pocos cojones... Nada de nada...

martes, 9 de diciembre de 2008

Los cojones y los tontos.

El castellano está cogiendo al inglés y al chino mandarín, creo yo, por su versatilidad con los insultos, por las frases hechas peyorativas, por su falta de pudor. A la gente nos gusta todo eso, y quién lo aprende lo habla sin parar. Así decimos "tonto de los cojones" sin saber muy bien que tiene que ver un ceporro con el testiculamen, sobre todo cuando los mismos "huevos" son usados otras veces como gentil piropo: "ese tío le echa cojones", "tiene lo que hay que tener". Todo esto, que es tan coloquial tan coloquial que creo que todos hemos dicho alguna vez esas expresiones, extraña cuando lo dice un político. Y debe extrañar.
Resulta que los que votan a un partido son tontos de los cojones según un innombrable, pero es que, políticos leales del otro bando, aunque no lo digan, también piensan que los que votan al otro son tontos de los cojones, aunque tengan el gusto meramente estético de no decirlo. No me sorprenden los colores, ya sea rojo ya sea azul, gaviota o rosa empuñada. Lo que me resulta repugnante es el desprecio que hacen los políticos del votante ajeno cuando no hay elecciones. Aunque bueno, algunos desprecian al votante ajeno hasta en periodo electoral, pues aquí, en esta nevada España, no importa debatir y convencer sino movilizar a la propia parroquia, que los otros son unos descarriados, por no llamarles tontos de los cojones.
Pues bien, si los que votan a uno y a otro resultan calificados por el contrario como tontos de la entrepierna, ¿qué somos los que a veces votamos a uno y, menos o más veces, al otro, o no votamos o les enviamos mensajes de amor en las papeletas?
Como yo no soy político ni aspiro a ello, y no tengo por qué aparentar nada en este foro, procedo a insultar aún a riesgo de que me partan la cara: los únicos tontos de los cojones son aquellos políticos y cargos públicos tuertos, mancos de derecha o izquierda, que pisan más los hoteles de cinco estrellas y los burdeles que el Parlamento, que frecuentan más el alcohol y la cocaína que la literatura, que se meten antes en burbujas inmobiliarias que en el comedor de Cáritas.
En cuanto a los votantes, por respeto y fraternidad, que todos somos pueblo nos guste o no, no voy a insultar mucho, sólo una precisión: hay votantes que incurren en el error de votar siempre al mismo partido, y por ello corren el riesgo de ser llamados tontos de los cojones por cualquier político indocumentado, es decir, por la mayoría de los políticos. Y hay votantes que juegan al despiste, que hacen lo que les sale de los cojones de forma imprevisible.