lunes, 25 de mayo de 2009

Allanado he llegado.

A veces cuesta coger el coche, pero más pesado sería no tener que cogerlo nunca, siempre entre cuatro paredes. Así, con esa justificación optimista y la banda sonora de Barrio Sésamo en la radio, he partido esta mañana a Alcázar de San Juan, pensando en la gotera maldita y en las arquetas juguetonas. Y dado que era fiesta local en Ciudad Real, sin expectativa de pisar un despacho a la vuelta, he echado la bolsa de deporte al maletero, por si acaso. Sería que ya tenía la mosca detrás de la oreja.
Llamada del procurador.
- La parte contraria acaba de presentar un escrito de allanamiento, ¿dónde estás?
- Pues que bien, digo, estoy aparcando. Pues que bien, ¿quién es la compañera?
Compañera es un decir. Subo al Juzgado, me encuentro a la perito por la escalera igual de mosca que yo, vaya tela, ya podía haber avisado, y esto, al menos se ha ganado, y lo otro. Ya que estoy pues cojo una copia del escrito de allanamiento y pregunto por unos juicios de faltas, y hablo con un par de compañeros, y me acuerdo de la estirpe maldita de la plana letrada allanada, y hablo con el procurador de las zapatillas de estar por casa. Qué gracia.
Quince minutos contados desde que aparco hasta que vuelvo a coger el coche. A los de la zona azul ni siquiera les ha dado tiempo a multarme. Después de esta parida judicial, gracias a la compañera a la que voy haciendo vudú telepático, se te queda sensación de vacío espiritual, de kilómetros perdidos, de viaje banal. Pero no, hoy es fiesta local, y no pisaré ya ningún despacho... y tengo la bolsa de deporte en el maletero.
Pienso, me vuelvo dando un rodeo por Ruidera, cincuenta minutos más de coche, pero hace poco pasé por allí y un camino al otro lado de la orilla chiringuetera tenía buena pinta... Cincuenta minutos más de coche que hacen provechoso lo que habrían sido dos horas de volante absurdas.
Y dos horas y media andando, que gusto, en silencio, llegando a agradecer el allanamiento que me ha hecho cambiar los elocuentes chirridos de la allanada por los pájaros y el viento.
Al volver a casa ya no tengo la cara de imbécil con la que salí del juzgado, y ya no me acuerdo de la agraciada compañera, aunque ella, quizá, algún día se acuerde de mí. Y, en el fondo, he tenido mi día de fiesta, que la cabra tira al monte, auque sea para hacer doce kilómetros.




2 comentarios:

jegarmimo dijo...

¿quien es tu compañera? anotaré su bonito gesto de no llamar y se lo devolveré gustoso en el próximo encuentro, motivos de suspensión o cosas parecidas siempre hay y nada se deja en el olvido, para eso están las p.d.a.

Mira mi blog que yo también escribo

R. Gª. ALDARIA dijo...

Me callo el nombre de la pecadora, el menos en este espacio público... Arrieros somos.