jueves, 7 de mayo de 2009

Anotación al margen del periódico del domingo.

Contestando los comentarios de la entrada anterior recordé las palabras que oí no hace mucho en una comida-coloquio de la AJA: a los políticos lo único que les da miedo es un tío con una libreta haciéndoles preguntas. O sea, un periodista que los ponga en evidencia, que diga lo que hacen mal o lo que directamente no hacen. Y yo añado: temen a cualquier ciudadano crítico que los ponga en igual situación, en evidencia, sobre todo si tiene conocimientos jurídicos que pueda guiarlo mejor en su ofensiva. Sí, quizá un abogado.
Los ciudadanos, de forma particular, les importamos poco. Al fin y al cabo si queremos votar tenemos pocas opciones y a uno u otro le acabará llegando el voto. Las sentencias tampoco les importan mucho, se hacen las víctimas y se refuerzan en su posición de político-mártir (Vera y Barrinuevo inauguraron ese altar en España hasta límites insospechados, Jesús Gil era alabado precisamente por su desfachatez y simpaticona capacidad delictiva) Y se pueden pagar las fianzas.
Lo que les importa es la opinión pública contingente, variable. Y no les importa por motivaciones morales, sino porque de ella depende su mejor o peor posicionamiento dentro de su propio partido. Triste que sus mayores fijaciones sean los enemigos de su propio color y la opinión mediática que, obviamente, tratan de controlar.
Todos usan como pose el renegar de las herencias franquistas, es decir, de la dictadura: que si la memoria histórica, que si la transición descafeinada, que si la monarquía, que si los sindicatos, que si el modelo lingüistico, que si la religión... Cada uno reinterpreta herencias franquistas para ponerse medallas democráticas cuando, todos ellos, en su conjunto, son la más viva herencia franquista, la mayor y más perjudical y denigrante herencia franquista. Ellos mismos:
> Se identifican por lo mismos clichés de izquierda y derecha cuando un buen porcentaje de todos ellos acaban en la cárcel por cometer los mismos delitos, y su ideología básica es el amiguismo.
> Mantienen un modelo de partidos políticos endogámico, ahora todos son legales (menos los que matan o les gusta que maten) pero viven en las mismas trincheras; de vez en cuando alternancia.
> Aspiran a controlar los medios de comunicación de forma eficaz (actitud dictatorial donde de las haya) Goebbels era más sincero, no lo llamaba periodismo, lo llamaba propaganda.
> Aspiran a la perpetuidad, a que nadie los desbanque de la poltrona, a no ser porque mejoren de puesto.
> Tienen como prioridad marginar al adversario político antes que mejorar la vida de los ciudadanos. Midan y pesen cualquier discurso de un político durante unos días y verán que dedica más esfuerzos en denigrar al oponente que en explicar proyectos o similares.
La única diferencia básica es que ahora se respetan de forma generalizada los derechos fundamentales básicos, pero cambio de actitud real, democrático, en la forma de ejercer el poder político no existe, y no tiene visos de llegar, más al contrario: tienden a cargarse los contrapesos (división de poderes) que creo la Constitución. La tendencia del leonino Congreso de los Diputados es cargárselos para abarcarlo todo (politización masiva)
Y no quieren cambiarlo porque no les interesa. Palabras como listas abiertas, mérito y capacidad y muchas otras les provocan temblores de espíritu y de bolsillo.
Sé que generalizo, pero respecto a gente que está en la vida pública/política y vive del erario público se merecen generalizaciones, pues a la recíproca ellos nos generalizan a nosotros con leyes, y se merecen más el exceso en la crítica que el defecto en la condescendencia.

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