miércoles, 13 de mayo de 2009

Quién dice qué, no importa el cómo.

Como abogado, ejerciendo como tal, no siempre puede decir uno lo que piensa. Hay otros intereses, clientes, jueces, tramitadores, compañeros. El respeto lleva a mantener las formas, lo cuál es una virtud. Últimamente oigo hablar de la sinceridad de forma masiva como virtud social deseable. Me niego a creer esa milonga. Y es que se utiliza ese término como destape de la intimidad pervirtiendo su significado. No hay ningún deber a ser sincero y si un derecho a la intimidad.
Bastante tengo con que me graben en los juicios, con que cualquier ente público pueda desgranar al detalle mis movimientos bancarios, o por internet, o por el teléfono móvil, como para que encima me exigan ser sincero con todos y a todas horas.
Eso sí, a veces te apetece ser "socialmente sincero", te apetece decir algo que te callas por las formas, por no crear polémica, por no distraer el objeto del pleito. Y cuando puedes, aunque sea de forma sibilina, indirecta, lo dejas caer, aunque no sirva para nada práctico, como puro desahogo. Creo que quién sea abogado se sentirá identificado con este párrafo.
A finales del pasado mes de julio tuve una comparecencia de prisión, y mi cliente dijo que "lo de la conformidad" le parecía un chantaje de la Justicia. Para los no iniciados: si te conformas al inicio del procedimiento (si es de "juicio rápido") te rebajan un tercio la pena, sino te arriesgas a más pena o la absolución. Una espada de damocles con la presión de estar detenido, esposado, aturdido, sin dormir, quizá resacoso o sin medicar,... Muchos se quedan con "el mal menor" y así se descarga de trabajo a la administración de justicia, aunque quizá no a la penitenciaria.
Pues el Juez le metió mil reproches de forma algo exaltada por decir eso del chantaje de la Justicia, se creó una situación muy tensa, de forma innecesaria, por criticar un mecanismo de la Justicia Penal.
Hoy he hecho un recurso de apelación porque me han denegado una petición de sustitución de pena de prisión, de otro asunto, y buscando argumentos me he encontrado por casualidad (además de con mil dudas) con la Memoria de una Fiscalía del País Vasco de 2004 que critica duramente ese régimen de conformidades tachándola, literalmente, de coacción. Y de esa opinión se hace eco un Fiscal del Tribunal Supremo en un estudio que he encontrado publicado por internet.
No os equivocáis: he citado literalmente dichas opiniones en mi recurso, pues además me venían al pelo de uno de los argumentos que planteaba.
En aquella comparecencia del mes de julio hablo yo de coacción y me crujen, me procesan por obstrucción a la Justicia, por desacato, por desobediencia, por qué sé yo. Lo dice una Memoria de una Fiscalía y un Fiscal del Supremo y es una opinión a tener en cuenta. Los caminos de la teoría a la práctica, del Congreso de los Diputados al Juzgado de Guardia, son inescrutables, pero los perdedores siempre son los mismos.
Probablemente mi cita en el recurso no sirva para nada, pero que a gusto me he quedado mezclando sinceridad, respeto y formas. Creo que es la primera vez que le doy las gracias a algo escrito por un Fiscal, ¡espero que no sea la última!

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