Apelar es algo así como el soñar de los sueños conscientes e imposibles. Es querer y no poder. Poder querer y nada más. Es darle un puñetazo en pleno viaje al "tom-tom" que no está actualizado y nos ha llevado a las batuecas, o a Babia. Es justificar a nuestro cliente ante nuestro propio cliente. Rodar. Si apelar es una cuestión de fe no nos harán caso. Pero cuando sale bien es como un milagro laico. De cualquier modo, apelar es desarrollar la paciencia y la capacidad de soportar llamadas telefónicas a deshora. Aún no sé nada. Las mejores apelaciones son las que nunca haremos. Y está claro que, como los juicios, ni las ganamos ni las perdemos. Nos lo dan o nos lo quitan, lo demás le toca a otro, sea más arriba o sea más abajo. Eso somos.
5 comentarios:
genial!!
No creo que nadie sepa expresarlo mejor. Sí señor: eso es apelar.
Anda, anda, que sois unos pelotas, pero gracias.
Vamos, que como generalidad el apelar, viene contestado con un a pelarla.
Exacto.
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